domingo, 12 de octubre de 2014

Frío, otra vez.

Un año más se acerca el frío del invierno y me sigo reafirmando que vivir con el corazón destrozado no es sano y acudo al médico como siempre, no por placer, querido papel. Los inviernos son preciosos cuando te los embellece alguien pero son muy duros y largos cuando te los destrozan, cuando hacen de una preciosa Navidad una tortura sentimental para ti, cuando te rompen en pedazos en fechas tan marcadas de magia, se te alarga el invierno tanto que se come a tu verano y se junta con el otoño. Es algo imperdonable destrozarle la alegría a alguien y es más imperdonable cuando con ello le robas la magia que existe en algunas fechas. Por eso lo odio, lo odio tanto como lo quiero, o quizá como lo quise. Y lo quise más que a nada. Me siento como un poeta de pacotilla, ahogando penas en textos, pasando días esperando no repetir sentimientos amargos como los de años pasados en inviernos preciosos, tan preciosos como destrozados. Precioso fue en tales fechas dejarlo todo a cargo de besos, placer e ilusiones, doloroso fue romperlo todo en tiempo récord. En sus ojos me quería perder. Un abrazo era la calma que me abrigaba al caer. El invierno no se sentía tan frío con su calor cerca, el rozar sus labios, el acariciar su piel... Y en mitad de la felicidad, todo al revés. La magia de la Navidad se volvió oscura y el dolor insoportable, el frío siguió ahí pero el abrigo ya no estaba. Soledad, de nuevo. El frío emocional se siente más que el físico, y pasaron meses helados. Se olvidó de todo y todo le importó nada, mientras la poeta se quedaba congelada entre sus letras, otra vez. Y eso es dejar a medias a alguien en el ámbito de querer. Doce horas a su lado bastarían para soportar todo un año de soledad pero nunca querría sacrificar un invierno por nadie más. Siempre será necesaria la soledad para valorar la compañía.


'One needs solitude. Being alone within four walls is immortality upon the earth'
                                                                                                     Charles Bukowski

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